PHILADELPHIA

Con motivo del Día Mundial de Lucha contra el SIDA volvemos a poner la mesa del debate otro de los temas más ácidos para la sociedad contemporánea: los efectos de una pandemia que sin duda a cambiado radicalmente nuestra vida tan sólo en 2 ½ décadas de civilización moderna.

Sin dejar lugar a suposiciones, ésta película se sitúa nada menos que en la cuna de la Libertad y de la Declaración de Independencia de Norteamérica, ésta que se resume a la estimación de la igualdad entre todas las personas, por encima de su condición social, étnica, económica, política, religiosa y sexual, tanto de su anatomía (hombre / mujer) como de su preferencia (heterosexual / homosexual).

Para la comunidad gay, Philadelphia logró reabrir canales al respeto y a la identidad, y ése es un logro que pueden contar su director Jonathan Demme (también aplaudido por The silence of the lambs), su escritor Ron Nyswaner, y hasta sus actores principales Tom Hanks y Denzel Washington; a todos ellos les valió múltiples reconocimientos como mejor película, guión original, música, actuaciones y demás ingredientes cinematográficos en festivales de críticos y aficionados.

Aunque, muy a pesar de que muchos deseen otorgarle 10 estrellitas, yo creo que tiene serios detalles que no quisieron dejar de lado, ya sea porque fueron arrastrados por los estereotipos o porque simplemente estaba asegurada la recaudación de dólares en la comercialización de la cinta.

El hecho de que Andrew Beckett sea un homosexual que debe asumir las consecuencias de sus impulsos promiscuos en los cines porno, marca una gran deferencia argumental que si hubiera sido un heterosexual contagiado en una transmisión sanguínea irresponsable. De ahí que resaltan 2 ejes por los que debemos interpretar este film:

1) El impacto personal y social del SIDA.
Es más sencillo ver esta historia en la pantalla y mantenerse a distancia, ahí uno se conmueve sin reservas, ¿pero qué sucede al interior de las familias con hijos homosexuales e hijas lesbianas? Sean seropositivos o no.

2) El impacto laboral y económico del SIDA.
¡Qué fortuna que esta película cuestionara la dimensión profesional desde su aspecto legal! En el proceso, se cuestiona a un grupo de altos jerarcas de la abogacía, por sus prejuicios, y luego parece una mofa de las leyes cuando el abogado defensor interroga a más de un testigo acerca de su preferencia sexual, pero al final de cuentas ésa es la raíz del conflicto ¿a quién le importa?

A menos de que alguien opine lo contrario, estoy convencido de que cuando se recluta al personal en los centros de trabajo, se le evalúan sus habilidades y capacidades para las labores asignadas, y para nada se le pagaría a cambio de la restricción de su pareja sexual.

Porque en ese momento, amigas y amigos, además de dejar de lado al abogado, médico, al profesor, al economista, al arquitecto… no se le puede llamar de otra forma más que prostitución profesional, y eso es justo lo que cuestiona finalmente el argumento. ¿Se puede elogiar públicamente a prominentes profesionistas y, en lo privado, ser gay?

Desde que en 1983 fuera detectado, identificado y registrado el primer caso de VIH, millones de personas han sido contagiadas y por millones de justificaciones en discursos oficiales, en sermones religiosos y en argumentos culturales, la epidemia continúa.

Por todo eso es que debemos rescatar una lectura más profunda de esta historia: es nuestra labor buscar la dignidad de todas las personas.

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