EL ESTUDIANTE

¿Cuántos temas en el cine han sido restregados hasta el punto de la pedantería En primerísimo posición, segurito que está el amor, y luego el que sigue en la fila es la brecha generacional, y todos los derivados que de ello surjan la irreverente ingenuidad de los novatos y la invaluable experiencia de los ancianos, el espíritu aventurero y arriesgado de los primeros, que normalmente se enfrentan a la reserva y la cautela de los últimos.

Si a ello le agregamos un ingrediente trilladísimo, como lo es el teatro (en sí como elemento dramático en el libreto), pues no se requiere demasiada inteligencia para predecir que cualquier película con esta ecuación se apuntalaría hacia el aburrimiento y el fastidio.

Pero que no se me malentienda, el cine y la literatura han hecho una mancuerna inseparable y maravillosa. De hecho, las primeras películas retomaron las bases dramáticas de la tradición teatral. La insipiente producción no concebía más que montar una cámara frente a un escenario y ahí los personajes habrían de llevar a cabo la representación. Aunque eso no limitó a los revolucionarios ¿verdad

Es evidente que las primeras vistas no tuvieron una técnica muy elaborada de postproducción, pero los directores bien supieron que si no había guión, no habría película. Lamentablemente eso aún no les queda muy claro a algunos de los recién incorporados en la dirección cinematográfica, como fue el caso de Roberto Girault.

Según lo declaró emocionadísima un cinéfila, en un sitio web especializado en espectáculos, el día que acudió al cine para ver El Estudiante conoció al director, y éste mismo le anunció “tiene un poco de todo y te va a encantar”… Pos si no es mole poblano. ¿Por qué un poco de todo y no un mucho de algo

Sin embargo, en honor a la justa responsabilidad, ése no puede ser sólo un cuestionamiento para el director, sino también para su coguionista Gastón Pavlovich, quien retacó el argumento con lugares comunes el orgulloso viejito con espíritu jovial, el matrimonio embelezado por el amor inquebrantable hasta la muerte, la tradición pudorosa y romántica perdida en el ligue sobreentendido (y mal interpretado).

Según esta cinta, la juventud de hoy es irresponsable a causa de su incompetente previsión de daños y beneficios, en tanto que los jóvenes de ayer, ahora ancianos, se han convertido en sabios.

Pues si esa era la esencia que querían trasmitir de Chano ¿Por qué lo presentan como si las últimas décadas las hubiera pasado en un glaciar Su edad y su comportamiento son inconsistentes a nivel anecdótico, en repetidas veces vemos a un anciano que, mientras envejeció, perdió contacto con los demás habitantes de la ciudad de Guanajuato y no comprende ni frases ni modos ni artefactos. Bueno, al menos si hubiera sido bajado del cerro a tamborazos se la hubiera creído más.

Eso sí. El diablo supo más por viejo que por diablo, y Jorge Lavat se lleva los aplausos de la cinta, no esperaba menos de él siendo un encurtido actor, conocedor hasta el último punto gramatical de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Sobre él calló gran parte del peso de la historia y aún así salió victorioso estoicamente.

A las actuaciones de todos los demás universitarios (incluidos los extras) les faltó intensidad, es decir intensión, no euforia. La fotografía pasa desapercibida, nada extraordinario, se limita a contar la historia en una narración casi periodística, que no termina por ser aburrida, no, tal vez no sea una comedia jocosa e hilarante, pero sí es un drama bastante entretenido y simple.

Quiero rescatar la honorabilidad con la que se sobreestima a la educación superior, tanta es la emoción de un primer día de clases que casi parece un infante que aguarda el espectáculo con el que ha soñado siempre. Se le ilumina el rostro y se alista la mente. Más de un funcionario público y director escolar debería rescatar esa observación.

Pudiera advertir ahora que nadie vaya a verla, pero ¡no! A pesar de todo eso, sí vale la pena dedicarse un tiempo para apreciarla. El día que yo fui, no me encontré al director para conocer más profundamente sus justificaciones, lo que sí sucedió fue que la sala estaba totalmente llena, de jóvenes y de adultos, y eso fue tan emocionante como la película misma. Durante la proyección no se salió nadie, ni al baño, y al final casi todos comentaron el deleite de haberla visto.

¿Qué pasó entonces ¿Por qué hay tantos buenos comentarios de ella Sencilla respuesta. Porque la gente que gusta del cine disfruta emocionarse, sentirse parte de una historia, verse reflejado en sus personajes y, sobre todo quiere conservar la esperanza de que la situación allá afuera no está tan mal, quiere recobrar su anhelo de que vivir es un tesoro y quiere afrontar la lucha contra los gigantes, aunque éstos no sean más que molinos de viento.

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