EL ORFANATO

Si otra cosa se agrega a la lista de lecciones que los gringos deben aprender de los demás, ésa sería definitivamente la forma en la que los españoles hacer cine de terror. Pero igual que les pasa a los legisladores federales, por más pruebas que se les pongan en frente, jamás aceptarán otra verdad más allá de lo que ellos creen que saben bien, y la verdad es que no siempre es así, ni en el cine americano ni en la política mexicana.

Para adentrarse a la escuela española de horror hay que respetar por sobre todo un pentálogo básico (y bastante obvio, creo):
1) Provocarás el estremecimiento repentino (dígase brincar del asiento). Pero no como una reacción provocada por palomitas atoradas en la garganta. El cine no es ni restaurant ni café para charlar, por más que nos invadan con anuncios de super combos en la dulcería del vestíbulo.
2) Evitarás que el espectador esté al borde de la butaca. Ante todo si eso significa “ya me quiero salir”, o por el contrario el fondo del abullonado cuando piense un “me despiertas cuando se acabe”. Y aquí cito al estrado, para por fin enjuiciar por fraude, a películas como Carrie o The haunting.
3) Respetarás la condición de las cosas. Es decir de objetos inanimados, ya que son precisamente eso, objetos sin alma, por lo tanto no pueden tener un espíritu perverso que desee eliminar a la raza humana, así es que bajo ese principio Terminador que ch… cheque su programación informática.
4) No pensarás que los efectos hacen una película. Es posible que la tecnología haya avanzado mucho en materiales de caracterización y en creación digital, pero por más que parezca que la sangre salpica la pantalla, sin un guión inteligente la película no es más que un puesto de tacos de moronga en la vía pública.
5) Evitarás las copias. ¿Acaso el cinéfilo no está ya suficientemente harto de vampiros, zombies y licántropos?

En este panorama que pudiera dejar poco margen para el cine de terror, las mentes creativas lo aprovechan en su beneficio. Fue ahí donde apareció El Orfanato, una cinta del catalán Juan Antonio Bayona, con ella se estrenó como director de largometrajes, buen acierto para él y para su escritor Sergio G. Sánchez.

Tan buena fue su ejecución que no recuerdo que otra película me haya provocado tanto miedo, como para refugiarme en el brazo de mi acompañante. Templé, mordí, quise huir, aún más… ¡Es tan buena la película que me da mucho temor volver a verla! ¿Hay que verla? Sí, inmediatamente en cuanto puedas réntala o cómprala, sólo que debo advertir que no querrás volver a jugar a ”Las escondidas”.

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