Sinceramente yo no recomendaría esta película para niños menores de unos 15 o 18 años, o ya mínimo para los más vivaces inscritos a la escuela primaria. ¿Por qué?
Si tuviera la obligación de describirla en pocas palabras éstas serían (mi respuesta inmediata) obscura y perversa. Pero como afortunadamente puedo decir todas las palabras que yo quiera, hay mucho más que agregaré al respecto.
Yo pensé que sería una historia un tanto basada en alguna pesadilla infantil, incluso hasta tuve la esperanza de que sería muy creativa la idea de que los personajes tuvieran ojos de botón, y al final me equivoqué. Es mucho más siniestra, poco les faltó para que en lugar de sus dedos les implantaran tijeras y cuchillos, pero el ingenio de Tim Burton ya había hecho de Edward Scissorhands un personaje más fascinante.
Coraline es una niña recién llegada a una nueva casa, pero en su nuevo pueblo la nueva vida que le espera no es más que una continuidad del desinterés evidente que tiene de sus padres.
Esta situación podría obvia el hecho de que su imaginación comience a crear cosas, sin embargo creo que es más una proyección de su director Henry Selick, quien quizás no pudo lidiar con sus propios demonios y brujas de otra manera, y esa tendencia macabra se notó desde su participación en Return to Oz.
Es interesante la serie de paralelismos plásticos que se forman en la historia y tal vez ese fue su error, para realizar películas infantiles no hay que hacerlas interesantes, sino divertidas. Y según los comentarios que me han compartido otras haditas, dudo que los niños y niñas hayan salido muy gustosos del cine cuando la vieron.
Lo que sí hay que rescatar sobre todo es la técnica de animación que utilizó el equipo encabezado por Phil Brotherton, para dar vida a los personajes y escenarios. Ahora que todo se puede hacer por computadora y se requiere más del esfuerzo intelectual, la creatividad manual y el control técnico deberían ser más valorados.
Hay que verla un domingo, pero si los niños insisten en acompañarlos, vayan preparando sus argumentos para decirles que Santa Claus no existe y que a los bebés no los trae la cigüeña desde París.
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