THE CONSTANT GARDENER (EL JARDINERO FIEL)

Cuando uno se topa con una de estas películas pasarían dos cosas: 1, pensar en la flojera absurda de una tarde frente a la televisión pensando “eso no me afecta”, o 2, cimbrarse de adentro para afuera al ver que “eso, inevitablemente, ya me ha afectado de algún modo”.

Bien disfrazada comienza la trama esperando que el hilo conductor sea la infidelidad de una mujer británica seducida por el gran estereotipo de un hombre negro… y dije bien, la graaan idea que se tiene de la raza africana.

No por poco la actuación de Rachel Weisz como la férrea activista Tessa terminó por ser aplaudida en festivales de cine internacional, en los que obtuvo la condecoración a la mejor actriz, como el obtenido en The Academy of Motion Picture Arts and Sciences (Oscar), o el British Independent Film Award. Claro hay que calificar la intensidad con la que caracteriza a una férrea activista y no dejarse llevar por la imagen a simple vista de la mujer embarazada que se enfrenta al África salvaje, porque, según me ha dicho uno de mis informantes en el Bosque de las Haditas, ella de verdad estaba preñada al momento de la filmación.

En cambio, a Ralph Fiennes lo tenemos bien identificado con papeles de carácter, es decir mayormente alejado de las estupideces de los personajes sacados de la mayoría de las producciones palomeras de las grandes compañías, a excepción del tremendo resbalón que se dio cuando se accedió a serla de diplomático americano en la basura romántica Maid in Manhattan, en la cual babeaba por la cachondeadísima Jennifer López.

Pero verdaderamente ¿de qué se trata la película? Lo bueno de brazileño Fernando Meirelles cuando dirigió esta cinta, escrita por Jeffrey Caine, basado en la novela de John le Carré, es que a fuerza el espectador termina por cuestionarse ¿Cuál es el valor de la industria de la salud? ¿Los pueblos de Occidente cuánto estamos dispuestos a pagar por una vacuna? Y esa no es ficción, basta con preguntarle a los millones de chinos empobrecidos en lo que ya se está probando un antibiótico contra la Influenza Humana.

Para ver The constant gardener se necesita mucho estómago, no para frenar alguna regurgitación por el hambre en que vive la gente en el continente negro, sino porque al parecer la civilización se compra a cambio de la encarnecida bestialidad del hombre en contra de su hermano, el hombre mismo.

Igual de importante destaca la fotografía de las escenas que deambula entre lo grotesco de la pobreza africana y lo poético de la monumental sabana, eso y los demás elementos que la componen, la convierten en una deliciosa sinfonía cinematográfica que vale la pena ver, sentir y reflexionar.

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