HAZ PATRIA

Hace algunas décadas en Aguascalientes se rumoraba una frase entre los habitantes de esta ciudad enclavada en el Centro Occidente de México: “Haz Patria, mata un chilango”, principalmente fomentada por la xenofobia generalizada hacia los capitalinos aprovechados y ventajosos, considerados incluso como atracadores y violentadores de la paz y el bienestar provincianos, que a diferencia de los oriundos nos caracterizábamos por ser “la tierra de la gente buena”, base filosófica que aún se reza con orgullo en el Escudo de Armas del Estado.

¡Qué triste se ha vuelto el panorama social inclusive a principios del Siglo XXI! Tiempo en el que se ha magnificado la intensidad y el número de batallas internas, muchas de ellas calladas pero igualmente dañinas: los buenos contra los malos, y viceversa; los de aquí contra los que llegan, y viceversa; los que se quedan contra los que se van, y viceversa; los que tienen contra los que carecen, y viceversa; los estudiados contra los improvisados, y viceversa; los creyentes contra los incrédulos, y viceversa; los populares contra los exclusivos, y viceversa; los intransigentes contra los tolerantes, y viceversa; los apocalípticos contra los integrados, y viceversa. Con estos nombres o con otros, resultan al final enmarcados en la misma fórmula.

Sin embargo lo más triste de nuestro entorno cotidiano, como me gusta decirlo “a nivel de banqueta”, es que muchas de las pugnas continúan enfrentándonos a los mexicanos contra los mexicanos.

Debo precisar que no soy partidario de la homogeneidad, prefiero que el diálogo se anteponga a la discusión, incluso a la imposición dogmática, inamovible e incuestionable. Dicho esto, retomo.

Somos herederos de un nacionalismo fincado en el ideario popular, reforzado por las imágenes muralistas de Diego Rivera, Rufino Tamayo o David Alfaro Siqueiros, al igual que el poético sentimiento plasmado en la Suave Patria de Ramón López Velarde y las artísticas imágenes de Gabriel Figueroa dirigido por Emilio “Indio” Fernández. Además desde temprana edad aprendimos a estar prestos para la guerra, gracias a los versos de uno de los himnos más bellos del mundo, obra de Jaime Nunó y Francisco González Bocanegra.

Es buen momento para reflexionar acerca de nuestra visión contemporánea de los hechos septembrinos, más por el casi Bicentenario de la Independencia de México.

Por algún motivo simbólico también se creó la visión de un México poco civilizado, cuyos habitantes se caracterizaban por vestir harapos de manta y sarapes multicolores, resguardados detrás de un gran sombrero de paja, para ocultar el inconsciente rostro de la ignorancia y el analfabetismo.

Si bien esta fantasía pintoresca, con la que nos siguen soñando en el extranjero, pudiera haber perdido la vigencia ante los escenarios de las industrializadas capitales, entonces deberíamos dejar de hacer los típicos souvenirs de ceniceros y vasitos tequileros, con cerámicas incrustadas en formas campesinos borrachos.

Muy a pesar de nuestra negativa y molestia, la realidad tal vez no sea tan gráfica, pero sí muy parecida con otras interpretaciones plásticas.

Reinterpretemos pues al pueblerino embriagado, que ahora en lugar de ubicarse en el despoblado de la sierra es más la señora sufriendo con singular desgaste emocional frente a las telenovelas y programas de espectáculos. Sinceramente yo no encuentro demasiada diferencia si ambos elíxires intoxican, de uno u otro modo, la capacidad intelectual de la población. ¿Esa es la imagen que queremos seguir proyectando?

¿Cómo se transita hacia la patria de nuestros anhelos? Con educación. En una visión rápida veamos la historia de los pueblos antiguamente bárbaros de la Europa medieval y encontraremos la trayectoria de una política pública que ha fomentado entre sus habitantes el desarrollo intelectual y el orgullo nacionalista, que les han derivado afortunadamente para ellos en un beneficio comercial y de riqueza.

De ahí que es también un buen momento para la tan mencionada reconstrucción nacional, una que se vuelva realidad desde la calidad educativa, que a mi parecer es nuestra mejor opción para acercarnos al verdadero desarrollo de nuestras ventajas competitivas.

Preguntémosle a Mario Molina, José Hernández, Carlos Monsiváis, Susana Alexander, Enrique Krause, Alma Guillermoprieto, o si pudiéramos a los resucitados lázaros Octavio Paz, Emilio Carballido, Anita Brenner, Jaime Torres Bodet, Sor Juana Inés de la Cruz, Mario Moreno “Cantinflas”… ¿Cómo la hicieron? Con educación, y mucha pasión por salir adelante.

En lugar de ser considerados como los mexicanos de “al ahí se va”, promovamos un México innovador, que encuentre la manera de hacerla más sencilla, sí, por medio del mayor aprovechamiento de los recursos: materiales, tiempo, dinero y esfuerzo, ¿por qué no?

A diferencia de un mexicano contrabandista y mediocre, redireccionemos hacia un país creativo y emprendedor. A cambio del mexicano violento y delincuente, promovamos desde casa a los ciudadanos respetuosos de la legalidad y promotores de la justicia y la equidad.

Yo creo que el día que dejemos de ver a la educación como un “gasto” y consigamos sea elevada a la categoría de “inversión” este país cambiará, y seguramente cambiará desde los hogares, lugar en el que las familias se volverán críticas y al mismo tiempo propositivas, crecerán los mexicanos y crecerá México, porque infaliblemente el (hasta ahora) fallido prestigio internacional nos llegará por añadidura.

Eso finalmente nos lleva a una cuestión determinante ¿A quién le toca esa chambita? Seamos sinceros y aceptemos que ésa es una responsabilidad tanto de los gobiernos como de nosotros. ¡Eduquémonos y ayudemos a que el compatriota también sea educado! Para que un día dejemos la ilusión de que lo más mexicano de nuestra Patria es la Bandera Tricolor, la Virgencita de Guadalupe y la Selección de Futbol.

NOTA: Las vacas correponden a la colección COW PARADE, visita su sitio.
1) José Figueroa "Fiestas Patrias"
2) James Bromley "Quetzal-cow-atl"
3) Familia Materson "MOOriachi"

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